Una noche como esta
- Sergio Trujillo
- 10 oct 2017
- 1 Min. de lectura
—¿Otra vez por acá, muchacho? —Me gusta venir, viejo. El cielo estaba despejado, como pocas veces lo estaba en la ciudad. La luna brillante en el cuarto menguante, terminando su ciclo. —¿Qué piensas encontrar acá, hijo? En silencio, el muchacho miró las estrellas, las luces, sintió la brisa fría en sus mejillas, escuchó el leve murmullo de los nocturnos que paseaban por ahí y de los carros que salían de madrugada. Suspiro. —Ya no hay nada para mi aquí, pero regreso. Me gusta, realmente aquí empezó todo y aquí terminó todo. Esa noche que me sentí cercano y la otra que me sentí lejano. Quizá vengo a llorar. No lo sé, viejo. —Está bien, muchacho. Me sentaré contigo hasta que estés listo para irte esta noche. Llora, ríe, recuerda, sueña. Se quedaron sentados en silencio por un largo rato. El muchacho recordó todo, solo una lágrima recorrió su mejilla y media sonrisa se asomó a la realidad. Se puso de pie, le dio las gracias a su abuelo, que se le aparecía cada vez que lo necesitaba. —Esta noche te traje flores, viejo.— —No le traigas flores a los muertos, hijo. Las flores son para los vivos y se dan en vida para no necesitarlas dar en la muerte. Se hace en vida lo que no se puede en la muerte." Desapareció junto con la brisa y la noche se silenció.

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