19-9 turbulencias en la ciudad
- Valeria Morón
- 29 sept 2017
- 2 Min. de lectura

foto por: Valeria Morón
La sacudida que necesitaba la ciudad
El fin de semana después de la sacudida que sufrió la ciudad estaba lleno de incertidumbre, la ayuda que empezó a brindar la ciudadanía causo una avalancha de halagos en los medios de comunicación, aunque no en todos lados fue así.
La noche del sábado 23 de septiembre me dispuse a buscar entre la inmensa cantidad de información que se generó de centros de acopio y de lugares donde se necesitaba voluntarios, aunque sea para cargar una piedra. En mi afán de demostrar que mi mamá también me enseñó a ser acomedida, no fue ninguna sorpresa encontrar que los lugares que necesitaban un par de manos (que es lo único que puedo ofrecer) estaban llenos, y pensé “bueno no importa en algún momento necesitaran ayuda” y me fui a dormir.
El domingo por la mañana volví a buscar a alguien que quizá me necesitara y nada. Esa tarde había quedado de salir con un amigo para distraerme (claro antes del terremoto), y no había cancelado nada, asique con la conciencia limpia decidí salir y tener una tarde normal de domingo.

foto por: Valeria Morón
El ambiente de la ciudad era ligeramente tenso, y la afluencia de la ciudad había disminuido para un domingo a medio día. El recorrer las calles aledañas a la alameda central causaba momentáneos impactos, el ver la ciudad acordonada con cinta policíaca me hizo darme unta que nunca pensé ni remotamente que viviría una situación de desastre tan cerca y sin embargo mi vida seguía transcurriendo normal, como la de la mayoría de los transeúntes que al regresar la mira a su camino pasaban del momento de shock que causaba ese pedazo de plástico amarillo con letras negras.
Al tratar de evitar las aglomeraciones de gente me encamine por calles que rodeaban la calle madero y la torre mayor, no me sorprendió que estas estuvieran prácticamente vacías con algún transeúnte colocado estratégicamente, así que me decidí a probar suerte y circular por madero, mi teoría fue comprobada, el batallón que normalmente lo atraviesa era apenas un grupo. La cuidad estaba detenida.
El siniestro logro parar la actividad en una ciudad que nunca se detiene, acordonándola, limitando su actividad con una hoja de papel en la entrada del museo del estanquillo con la leyenda “cerrado hasta nuevo aviso, lamentamos las molestas que pueda ocasionar”.
Yo solo quiero decirle a mi lector, ¿realmente hubo un cambio en la sociedad? ¿Se necesitaba una tragedia para que volteara a ayudar al otro? En fin, solo espero que la sociedad no vuelva a la normalidad y se quede con este espíritu de altruismo y solidaridad.
contacto. anges.mc@politicas.unam.mx
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